A. Significado
y valor
192-) La solidaridad confiere particular relieve a la
intrínseca sociabilidad de la persona humana, a la igualdad de todos en
dignidad y derechos, al camino común de los hombres y de los pueblos hacia una
unidad cada vez más convencida. Nunca como
hoy ha existido una conciencia tan difundida del vínculo de interdependencia entre
los hombres y entre los pueblos, que se manifiesta a todos los niveles. El
proceso de aceleración de la interdependencia entre las personas y los pueblos
debe estar acompañado por un crecimiento en el plano ético- social igualmente
intenso, para así evitar las nefastas consecuencias de una situación de
injusticia de dimensiones planetarias.
193-) Las nuevas relaciones de interdependencia entre hombres y
pueblos, que son, de hecho, formas de solidaridad, deben transformarse en
relaciones que tiendan hacia una verdadera y propia solidaridad ético-social, que es la exigencia moral incita en todas las
relaciones humanas. La solidaridad se presenta, por tanto, bajo dos aspectos
complementarios: como principio social
y como virtud
moral.
La solidaridad es también una verdadera y propia virtud moral,
no un sentimiento superficial por los males de tantas personas, cercanas o
lejanas. Al contrario, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común.
194-) El mensaje de la doctrina social acerca de la solidaridad
pone en evidencia el hecho de que existen vínculos estrechos entre solidaridad
y bien común.
El término « solidaridad » expresa en síntesis la exigencia de
reconocer en el conjunto de los vínculos que unen a los hombres y a los grupos
sociales entre sí, el espacio ofrecido a la libertad humana para ocuparse del
crecimiento común.
195-) El
principio de solidaridad implica que los hombres de nuestro tiempo cultiven aún
más la conciencia de la deuda que tienen con la sociedad en la cual están
insertos: son deudores de aquellas condiciones que facilitan la existencia
humana, así como del patrimonio, indivisible e indispensable, constituido por
la cultura, el conocimiento científico y tecnológico, los bienes materiales e
inmateriales, y todo aquello que la actividad humana ha producido. Semejante
deuda se salda con las diversas manifestaciones de la actuación social, de
manera que el camino de los hombres no se interrumpa.
196-) En cristo es posible reconocer el signo viviente del
amor inconmensurable y trascendente del Dios
con nosotros. En Él, y gracias a Él, también la vida social puede ser
nuevamente descubierta, aun con todas sus contradicciones y ambigüedades, como
lugar de vida y de esperanza, en cuanto signo de una Gracia que continuamente
se ofrece a todos y que invita a las formas más elevadas y comprometedoras de
comunicación de bienes.
la luz de la fe, la solidaridad tiende a superarse a sí
misma, al revestirse de las dimensiones específicamente
cristianas de gratuidad
total, perdón y reconciliación. Entonces el prójimo se convierte en la imagen viva de Dios Padre, rescatada por la
sangre de Jesucristo y puesta bajo la acción permanente del Espíritu Santo. Por
tanto, debe ser amado, aunque sea enemigo, con el mismo amor con que le ama el
Señor.
Agradecemos citar los créditos a la primera ilustración, como perteneciente a Fundación Entre Niños. Autora: Paulina Leyton. Material de trabajo para niños sobre Solidaridad en: www.entreniños.org (Especiales)
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